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lunes, 22 de marzo de 2010

EL GENERAL EN SU LABERINTO.


El domingo pasado, muy de mañana, con el sueño persistente a grupas por una mala noche, fui a misa acompañando a mi beata hija. Estos rituales católicos suelen tener un efecto sedante más potente que diez pastillas de Diazepan juntas. En esas estaba cuando el sacerdote me sacó de una duermevela leyendo el Evangelio de Juan, Cap. 8, versículos del 1 al 11:
“En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a Él, y, sentándose, les enseñaba. Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó solo Jesús y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»”.

No se si por el efecto sedante o por qué otro raro misterio (los caminos del señor son misteriosos) empecé a alucinar con una nitidez digna del mejor plasma con este relato bíblico, sólo que en lugar de la mujer a punto de ser lapidada –que algunos la identifican como María Magdalena- estaba el General Miguel Hidalgo Medina vestido con toda la trapería femenina de aquellos tiempos, con bigote incluido. En primera fila estaban, ataviados con túnicas y turbantes, asiendo rocas que apenas cabían en sus manos, Alan García, Alejandro Toledo, una de las mellizas Aguirre (creo que la que estaba casada con Micky Gonzáles), una de las chicas Cayo, varios congresistas, Meche Cabanillas, los miembros del CNM (el más excitado de todo ellos era el consejero Anaya), los Miró Quesada, el chicho Mohme y sus patas, Ollanta Humala, Jaime Bayly, César Hildebrandt, numerosos futbolistas, también el hipócrita de Mark Stanford (gobernador republicano yanqui, crítico morboso de Bill Clinton, pero extramaritalista a mas no poder) y mucha mas gente a la que no quiero nombrar porque este espacio resultaría muy pequeño. Pero, para cuando Jesús se hubo parado después de haber estado dibujando nada en el suelo, todos ellos se habían largado.
“General –preguntó El Maestro- ¿Y tus lapidarios? ¿Ninguno arrojó su piedra? Ninguno Maestro –replicó el General con cara de cadete asustado. Tampoco yo te condeno –dijo Jesús, pensando realmente cuán cierto era esto- Ahora vete, pero déjate ya de pendejadas".

Después de esta beatifica visión me puse a revisar los diarios y encontré que las opiniones eran encontradas sobre este nuevo escándalo: habían colgado un video en la ventana mas indiscreta de la web, youtube, en el que se veía al General Hidalgo presuntamente saliendo de un Hotel, el 22 de enero pasado, acompañada de una oficial de la PNP, presumiblemente Patricia Aguilar Escalante, al parecer su amante, para subirse a un vehículo oficial cedido para su uso. Este por supuesto negó que sea algo indebido y por el contrario es producto de una violación a su intimidad por personas que han montado una campaña por desprestigiarlo. La oficial, presa de la indignación, afirmó que no se trata de la persona que se ve en el video. 

Si bien es cierto que el buen Jesús no condenaría al General Hidalgo por este acto, pero hay un reglamento de la época de Cabanillas que sanciona, como ya se hizo anteriormente con dos policías femeninas que se fotografiaron en prendas menores, drásticamente estas desconductas, más aún si van acompañadas con escándalos mediáticos. Veo difícil que el General pueda salir airoso de este laberinto.
Al margen de que se pueda tomar partido porque se sancione al General, por no evitar el escándalo, o porque se le perdone esta “canita la aire”, acá podría entrar en juego uno de los principios de la ética colectiva más importante, el caso no se ajusta como anillo al dedo pero por ahí va, “la prioridad de lo correcto sobre lo bueno”. John Stuart Mill es partidario de la autonomía individual para escoger el modo de vida que juzguemos mejor para nosotros, pero siempre y cuando con ello no perjudiquemos a los demás (citado por Juan Antonio Rivera en “Lo que Sócrates diría a Woody Allen). En este caso, para bajarle el dedo o absolver a Hidalgo qué tiene mas prioridad ¿Lo correcto o lo bueno?. Al final quién puede decir qué es lo correcto y qué es lo bueno. 
Ahora bien, se dice –en los medios de prensa- que el General Hidalgo es un buen policía que ha venido combatiendo el crimen exitosamente. Este escándalo ¿Afecta su gestión policial? ¿Perjudica a los demás? (en plural). Excepto claro está a su cónyuge, de ser cierta la supuesta infidelidad.
Juzguen ustedes y si están libres de pecado arrojen vuestras piedras y lapiden al General.

Para concluir con este balbuceo filosófico valga esta premisa: nada es absoluto, ni siquiera la inflexible línea recta que supuestamente constituye el plan de vida de las personas con “bases morales bien sólidas”. Muchas veces mete su cuchara el azar, bajo diversas manifestaciones “eventual”, “natural”, “sociocultural”. Acá me detengo, el azar sociocultural es el que nos hace surgir al mundo en una sociedad rica o en una pobre, en una fuertemente influenciada por el machismo o mas abierta, etcétera.

En un intento por tratar de comprender, no de justificarlo, a Hidalgo –de ser verdad que se tiró "una canita al aire"-, es posible que haya incurrido en esta “desconducta” por influencia del “azar sociocultural”, pues seríamos hipócritas en no reconocer que es un inconsciente colectivo que se transmite de generación en generación, en el Perú, este mensaje: “soy un macho porque tengo mi amante”.

¿Alguna vez no han escuchado a un padre de familia, también a una madre, afirmar como una verdad incontrovertible, que su hijo es policía –o militar o marino o de la fuerza aérea- porque es bien macho? Nuestro machismo es como los olores de nuestro cuerpo, nosotros no lo percibimos.

Que alguien arroje la primera piedra.



ENLACES.

CREDITOS FOTOGRAFIAS:

http://www.cronicaviva.com.pe/images/stories/columna_quiebre/gatita2_ivonnesalas450.jpg









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