CAJÓN DE SASTRE.
Realismo Mágico,
a propósito del Manifiesto del Partido Comunista.
Segundo
Florencio Jara Peña.
Soy un comprador
compulsivo.
Soy un comprador
compulsivo de libros. De hecho mi capacidad de adquisición de libros ha
rebasado sideralmente a mi capacidad lectora. Tengo en lista de espera,
pendientes de leer, más de 80 libros. Aun así, si me encuentro en una feria de
libro, librería de viejo o cualquier librería, termino comprando más. “Compro
más libros de los que puedo leer, porque me gusta la idea de que están allí,
esperando por mí, y porque me gusta la sensación de que tengo una reserva de
conocimiento y placer a mi disposición”. Lo dijo Umberto Eco un grandísimo
lector y redomado coleccionista de libros, cuya biblioteca personal tenía más
de 50 mil libros. Es también una de mis grandes pasiones: amo los libros.
Curioseaba en uno de
los stand montados en una conocida feria libresca cuando, en una sección de
remates, a 10 Soles, vi que ofrecían una edición del año 2022 de "El
manifiesto del partido comunista" de Karl Marx y Friedrich
Engels, de la editorial Sapere Aude. Obviamente la obra ya había entrado en el
dominio público y cualquiera podía editarlo. Lo compré, pues no estaba seguro
si seguía conservando o no el ejemplar de la edición de Pekín de 1968, de
carátula amarilla, el que me había regalado un amigo Trotskista, sobrino de un
conocido guerrillero fallido de los sesentas.
En las épocas de las
vacas flacas, cuando mi capacidad lectora no tenía límites, visitaba con
regularidad a este amigo. Provenía de una familia de intelectuales y vaya que
tenían una biblioteca envidiable. Se dice que lo políticamente correcto es que
un intelectual sea de izquierdas y su familia era de izquierdas, pero éramos
amigos aun cuando yo, en esa época y creo que incluso ahora, era un “no
alineado”. Creo que, de acuerdo a mi manual de instrucciones genético, fui
diseñado así, contra lo políticamente correcto.
Con todo, nos unían
algunas pasiones: la literatura, el rock y el montañismo. Yo le sacaba provecho
a su bien dotada biblioteca. Fue allí de donde tomé prestado “Conversación en
la catedral” y pasé todo un día y su noche entera disfrutando de esa
maravillosa novela. Boris, así se llamaba mi amigo, siempre que podía intentaba
persuadirme hacia sus fueros políticos. Con ese motivo me regaló el librito de
marras: “El Manifiesto del partido comunista”.
En esa época leía de
todo (recuerdo haber leído una guía para desarmar el transistor receptor
KH-300, de una editorial argentina), así es que no tuve empacho en leerlo, lo
hice de un tirón una noche antes de dormir.
Su estilo narrativo y
estructura retórica me parecía, polifónicamente, similar a un tema de Led
Zeppelin: "Escalera al cielo". Con un inicio impactante
que captura la atención del oyente (lector), un desarrollo que construye
argumentos sólidos y un final que remata con fuerza. La famosa frase
inicial "Un fantasma recorre Europa" es como la
introducción, musicalmente hablando por supuesto, de "Stairway to
Heaven", estableciendo un tono sombrío y misterioso que atrae al
oyente.
Marx y Engels crean una
atmósfera de urgencia y alerta, preparando el terreno para su análisis de la
lucha de clases y el surgimiento de la burguesía. El cuerpo del texto es como
el desarrollo del tema musical: construyen argumentos y ejemplos que se
entrelazan para crear una armonía coherente. Utilizan metáforas, muchas, para
ilustrar sus puntos de vista y hacer que el lector se sienta parte de la
narrativa. El final del manifiesto es como el clímax de la canción, con Marx y
Engels presentando sus alegatos contra la religión y la ideología burguesa con
fuerza y convicción. La famosa frase "Proletarios de todos los
países, ¡uníos!" es como el estribillo final, dejando al oyente
(lector) con una sensación de llamado a la acción y un mensaje claro.
Si la estructura me
parecía polifónica, su texto lo entendía más allá de su propósito político
original, simplemente como una pieza literaria maestra. Una bien redactada
ficción antes que un manual político. Dice Vargas Llosa que la primera obligación
de una obra de ficción no es instruir, sino hechizar al lector. Desde el primer
momento que lo leí fui hechizado por la trama. En lugar de enfocarme en su
contenido político, lo abordé como si estuviera leyendo "Pedro
Páramo", de Juan Rulfo, o "100 años de soledad" de
Gabriel García Márquez.
Lo disfruté. Descubrí
un mundo donde la historia se entrelaza con la fantasía y la crítica social se
disfraza de mito. La burguesía y el proletariado se convierten en personajes de
una narrativa épica, donde la lucha de clases es el hilo conductor que teje la
trama. El anuncio apocalíptico "Un fantasma recorre Europa" se
transforma en una imagen onírica, un presagio que anuncia la llegada de una
fuerza desconocida y poderosa. La descripción de la sociedad capitalista como
un "espectáculo de fantasmas" adquiere un tono surrealista, donde la
realidad se distorsiona y la verdad se oculta detrás de una cortina de humo.
“El Manifiesto” se convierte en una alegoría, donde la lucha de clases es la
batalla entre la luz y la oscuridad, la razón y la superstición. La burguesía
es el hechicero que controla las sombras, mientras que el proletariado es el
héroe que busca liberar al mundo de su hechizo.
Pero de allí a creer
que esas bellas letras pudieran cambiar el mundo hay mucha distancia, era como
creer que viajando a Colombia, compramos un mapa y llegamos a Macondo. Nunca
creí que siguiendo a pie juntillas este manual se pudiera hacer realidad sus
profecías. Pero eso no le quita que sea uno de los libros que más veces lo he
leído, que más placer me ha proporcionado, pero por su calidad literaria, no
por su contenido político. Simplemente una obra maestra de la literatura.
Tal vez parezca un
contrasentido, sobre todo por lo que dije anteriormente, pero al releerlo
nuevamente caigo en la cuenta de que este es un libro que obligatoriamente
tendría que ser material de lectura en los cursos sobre litigación y
argumentación, pues presenta una estructura argumentativa y retórica
cuidadosamente elaborada para persuadir al lector de la inevitabilidad de su
hipótesis.
Ah, me olvidaba.
En uno de los inmensos pasillos de la feria vi a Boris, acompañado de una
gringa, se abrigaba con una casaca y cubría su calva con un gorro, ambos de
Columbia. Compraba un libro: La conjura contra América, de Philip Roth.