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martes, 2 de noviembre de 2010

Prostitución: origen y acepciones de esta palabra.



Hace ya mucho tiempo (octubre del año 2006) leí un artículo relacionado con la palabreja en cuestión, además de haberme divertido mucho me ilustró bastante; en el también se hace mención a uno de los mejores libros del fallecido Saramago "El Evangelio según Jesucristo", se los reproduzco:


El antiguo y sensual arte de vender el cuerpo: la prostitución.
S. Florencio Jara Peña.

El tema, en nuestro medio bastante pacato, aún levanta polvareda, cuando ya no debiera ser así, como si al evitar nombrarlo la prostitución dejaría de existir automáticamente. Sobre la prostitución se pueden decir muchas cosas desde la sociología, la medicina, la criminología, el Derecho, inclusive ahora último es parte del programa político de un candidato (Pastor religioso) a la Alcaldía de la capital más desordenada de sudamerica: Lima.

Obviamente que puede merecer un ensayo riguroso y muy erudito, es decir que es una cantera muy prolífica para las especulaciones intelectuales de cualquier índole. Pero..., también puede resultar ilustrativo y porque no muy ameno referirse a esta erótica actividad. Esto último es lo que pretendo.

Alguna vez dije que estoy dominado por una curiosidad malsana, creo que mas que una virtud es un defecto. Mis amigos eufemisticamente dicen que tengo el “don de la observación” (que por cierto no esta incluido en la relación ortodoxa de “dones”). Bueno, lo cierto es que la curiosidad me llevó a indagar sobre el origen de tan célebre palabra, que antiguamente estaba vinculada únicamente a la prostitución femenina. Es sorprendente la cantidad de adjetivos y sustantivos que existen en nuestro idioma para designar a estas divinas compañeras ocasionales, fácilmente superan el medio centenar: casquivana, pelandusca, ligera de cascos, churriana, hetaira, maturranga, meretriz, metresa, pendanga, perendeca, pindonga, prostituta, puta, ramera, zorra, pelleja, peliforra, leperusa, golfa, lechuza, ave nocturna, mujer pública, de la vida, del oficio, del partido, etcétera, etcétera. No intento hacer un resumen etimológico de todas estas palabras, la labor sencillamente sería monumental, sin embargo hay algo que no ha terminado por convencerme, en cuanto a los lejanos orígenes de la palabra me refiero, es que la mayoría de ellas tienen relación con lo infame, con lo impúdico, con lo protervo, con lo desaseado, en fin con la oscuridad y todo lo infame (dicen las venerables voces de las mediocracias que los espíritus torvos esperan que caiga el telón de la noche para cometer sus fechorías).

Pero, hasta donde es cierto esto. Es decir necesariamente la prostitución se desarrolla en un ambiente de fango, de sentina, de hedor. Veamos el significado de alguna de estas palabras, por ejemplo: se denomina pelandusca porque va desgreñada, llena de harapos, legañosa, coscándose y rascándose; igualmente puta se origina del latín puteo, putes, que quiere decir “oler mal”, de donde a su vez provienen las voces latinas putor, putoris, mal olor; putesco, putescis, podrirse, heder. De acuerdo a esto, las mujeres que se dedican a la prostitución serían, hoy en día, sencillamente repugnantes.

Así como en las ciencias ocurre que una hipótesis, en su tiempo revolucionaria, es superada por la realidad, que obliga a su vez el replanteo de una nueva teoría, en este caso también los orígenes etimológicos ya no reflejan el verdadero significado de estas palabras.

Tal vez en la infancia de la humanidad, pero tan luego que el tiempo hizo que las actividades humanas, la prostitución es una actividad humana, se tornen mas sofisticadas ya no; pues la historia ha registrado muchas de estas cortesanas que por el buen gusto y la refinería han marcado las pautas en la moda y maquillaje femenino, y estaban lejos de ser harapientas, legañosas y desaseadas: Laia de Corinto, o Targelia, que ejercieron esta profesión y tuvieron una gran influencia sobre los hombres más famosos, no solo por sus encantos corporales sino también espirituales, culturales; se dice también que las hermosas modelos que posaban para Caravaggio o Miguel Ángel eran prostitutas, escogidas de entre muchas “honestas”, para mantener la euritmia de sus obras, claro de acuerdo a los cánones de belleza física de la época (ahora pasaría de obesas).

La ficción literaria es donde con más contundencia se ha derribado el mito del ambiente pútrido de la prostitución (aún cuando solo sea la mas hermosa de las ficciones). El Premio Nobel José Saramago hace la descripción literaria más pura, transparente, sensual y erótica, a mi gusto, del primer contacto sexual que tuvo Jesús, el personaje histórico no el deificado, con María de Magdala. Antes de dejarse aprisionar, para siempre, con la desnudez, con la redondez de los muslos suaves y el aliento a trigal de la divina prostituta a la postre beatificada, el joven Jesús se sorprendió “porque nunca había visto nada tan limpio y ordenado, a diferencia del hogar de su madre (...). La cama no es aquella rústica estera tendida en el suelo con un cobertor pardo encima, este es un verdadero lecho, con cobertores, con colchas bordadas de lino de Egipto, perfumado con mirra, aloe y cinamono”. En ese ambiente perdió Jesús su virginidad, si cabe el término, y su divinidad. De haber sido María de Magdala una harapienta, desgreñada, desaseada y sucia prostituta, como lo sugiere el origen de esta palabra, tal vez el verbo no se habría hecho hombre.

Claro, nada es absoluto. Deben existir, y muchas ah, cortesanas que se aproximan a los significados gramaticales detallados, pero esas, por el momento no despiertan nuestra curiosidad para diseccionarlas con estos comentarios banales, así como existen también aquellas chicas “tan buenas, que por pura camaradería o compasión se entregan a cualquier falaz criatura patética, a un viejo tronco caído o un puerco espín desconsolado” (Vladimir Nabokov: Lolita), por supuesto que si, pero esas pertenecen a otro género y tal vez a otro artículo.

Este comentario no pretende ser un panegírico de la prostitución, no, por supuesto que no, tampoco un ensayo filológico, sino tan solo dejar entrever la posibilidad de que el origen etimológico de una palabra no necesariamente es de aplicación actual, pero por sobre todas las cosas es el resultado del placer de escribir por escribir.
Abancay, octubre del año 2006.   
 
Que les parece, ilustrado, poético y divertidísimo, cierto.
 
CREDITOS:
La imagen ha sido tomada de acá:

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